Un ambiente mágico, hecho de roca y fantasía, que nos hace volver a ser niños. Las cuevas de Is Zuddas se abren a 236 metros bajo el nivel del mar en la caliza cámbrica del Monte Meana, de 530 millones de años de antigüedad. Cubren un total de 1.650 metros, mientras que la ruta turística que se puede visitar es de medio kilómetro.
Cada una de las salas se distingue por el tamaño y la variedad de las concreciones que cubren sus cavidades y paredes: de estalactitas a estalagmitas, pasando por coladas y cánulas, hasta llegar a los aragonitos, símbolo de la cueva, cuya formación, objeto de estudios, sigue rodeada de misterio.
Inmediatamente después de la entrada, dirije tu mirada hacia la bóveda, donde verás huellas del Prolagus Sardus, un roedor extinguido que sólo existió en Cerdeña y Córcega. Una de las salas más sugestivas es la del Órgano. El nombre procede de una columna, hecha de estalactitas y estalagmitas, que recuerda a un órgano de tubos, bordado con formaciones de diversas formas.
Un ambiente mágico, hecho de roca y fantasía, que nos hace volver a ser niños. Las cuevas de Is Zuddas se abren a 236 metros bajo el nivel del mar en la caliza cámbrica del Monte Meana, de 530 millones de años de antigüedad. Cubren un total de 1.650 metros, mientras que la ruta turística que se puede visitar es de medio kilómetro.
Cada una de las salas se distingue por el tamaño y la variedad de las concreciones que cubren sus cavidades y paredes: de estalactitas a estalagmitas, pasando por coladas y cánulas, hasta llegar a los aragonitos, símbolo de la cueva, cuya formación, objeto de estudios, sigue rodeada de misterio.
Inmediatamente después de la entrada, dirije tu mirada hacia la bóveda, donde verás huellas del Prolagus Sardus, un roedor extinguido que sólo existió en Cerdeña y Córcega. Una de las salas más sugestivas es la del Órgano. El nombre procede de una columna, hecha de estalactitas y estalagmitas, que recuerda a un órgano de tubos, bordado con formaciones de diversas formas. Después de un corto túnel, aparece, imponente, el Salón del Teatro, preludio de la Sala de las Excéntricas, adornada con aragonitos excéntricos, formaciones filiformes únicas que se desarrollan en todas direcciones sin influencia de la gravedad, adoptando a menudo formas estrafalarias. Junto a ellas se encuentran los aragonitos aciculares: grandes grupos de cristales en forma de aguja conocidos como "flores de cueva".
Una emoción adicional es una visita en Navidad: en la Sala del Órgano se puede admirar un impresionante belén, enriquecido con esculturas de traquita de Giovanni Salidu. En las inmediaciones se encuentran otras cuevas sugerentes: Pirosu, en la que se encontró en su interior un santuario nurágico, y las de Campanaccio y Capra