El pueblo de Villa San Pietro se encuentra al pie de la montaña Punta Sa Cresia, a lo largo de la carretera estatal SS 195. Se encuentra a 20 km de Cagliari y a diez minutos de las playas más hermosas de la costa de Pula. Es un pueblo de origen romano, en cuyo centro se conserva la iglesia románica de San Pietro. En la zona se encuentran las tumbas de los gigantes, donde se han hallado fragmentos de collares de pasta de vidrio que demuestran el contacto entre las civilizaciones nurágica y helénica. En la Edad Media, el pueblo de Villa San Pietro formaba parte del Judicato de Cagliari, con el nombre de San Pietro, y pertenecía a la curatoria de Nora. A lo largo de los siglos, sufrió varias fases de abandono.
El pueblo de Villa San Pietro se encuentra al pie de la montaña Punta Sa Cresia, a lo largo de la carretera estatal SS 195. Se encuentra a 20 km de Cagliari y a diez minutos de las playas más hermosas de la costa de Pula. Es un pueblo de origen romano, en cuyo centro se conserva la iglesia románica de San Pietro. En la zona se encuentran las tumbas de los gigantes, donde se han hallado fragmentos de collares de pasta de vidrio que demuestran el contacto entre las civilizaciones nurágica y helénica. En la Edad Media, el pueblo de Villa San Pietro formaba parte del Judicato de Cagliari, con el nombre de San Pietro, y pertenecía a la curatoria de Nora. A lo largo de los siglos, sufrió varias fases de abandono.
De particular interés en el pueblo es la iglesia románica de San Pietro, de la que toma su nombre. Construida hacia finales del siglo XIII, consta de una sola nave con ábside orientado y cubierta de madera. Un campanario en peine y un gran óculo adornan su bella fachada. Las fiestas en honor del santo se celebran el último domingo de junio, con justas poéticas y fuegos artificiales. En la primera semana de mayo, el paso de Sant'Efisio es otro acontecimiento importante. Entre los manjares que ofrece la tierra, son famosos los deliciosos tomates que aquí se producen. Los paseos por los senderos de las laderas revelan algunos ejemplos de endemismo particularmente bellos: el matorral mediterráneo estalla de colores vivos, con mirtos, madroños, adelfas y acebuches.