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Olbia

Llamada por los griegos Olbìa, es decir, feliz, es la puerta de entrada al noreste de la isla y motor económico de la Gallura. Los vestigios del pasado están presentes en numerosos rincones de la ciudad. Muchos restos hallados en las excavaciones, entre los cuales un tesoro de casi 900 monedas de oro, se conservan en el Museo Arqueológico, en la isla de Peddone. La necrópolis púnico-romana (luego, cristiana), que comprende 450 tumbas, ha dado vida al Museo de la Necrópolis, ubicado a los pies del altar de la sugestiva basílica de San Simplicio. Construida entre finales del s. XI y principios del s. XII, es el monumento religioso más importante del noreste de la isla y, también, el testimonio más antiguo de la difusión del cristianismo. El patrón de la ciudad se celebra a mitad de mayo con las fiestas de San Simplicio durante las cuales un desfile de grupos folclóricos acompaña la procesión del santo. Durante los festejos también se corre el palio de la Stella. Sin duda alguna te quedarás boquiabierto ante la iglesia barroca de San Pablo con la iridiscente cúpula de mayólica.

Los primeros testimonios del hombre son del 4000-3500 a. de C.: dólmenes, menhires y círculos megalíticos. A la Edad de Bronce se remontan aproximadamente cincuenta sitios nurágicos, como la tumba de gigantes de su Monte de sAba, la nuraga riu Mulinu, el poblado de Belveghile y el pozo sagrado de sa Testa. A partir del s. VII a. de C. por este territorio pasaron primero los fenicios y, luego, los griegos. El primer asentamiento estable fue púnico (s. V-IV a. de C.). Los cartaginenses construyeron murallas y torres alrededor del poblado, cuyos restos todavía se pueden ver en la calle Torino. Bajo el dominio romano, la ciudad se convirtió en el centro principal de la costa oriental. La Olbia romana tenía calles enlosadas, termas, foro, cuyos restos se pueden ver cerca del Ayuntamiento, y acueducto, en la localidad de Tilibbas (s. I-II d. de C.). También quedan las ruinas de la villa sImbalconadu (s. I a. de C.). En 1999, en el puerto viejo, se descubrieron 24 restos de barcos, en buena parte hundidos por un asedio de los vándalos.

La ciudad se asoma a un golfo espectacular, que protege el área marina de Tavolara y da acceso a la selecta Costa Esmeralda. En la extensa costa de Olbia, solo tendrás el problema de elegir entre un sinfín de caletas de color turquesa: destacan las cuatro espléndidas ensenadas de Porto Istana, ubicadas en el área protegida, y el Lido de Pittulongu, en concreto La Playa, meta preferida por los nativos. A continuación, una detrás de otra, encontrarás las playas del Squalo y del Pellicano y, más al norte, la de Mare e Rocce y la de Bados (tocando ya al Golfo Aranci). Al norte hay otro tramo de litoral: encontrarás arena blanca (o pequeños cantos rodados) y mar cristalino en Porto Rotondo, Marina di Cugnana y Portisco, en especial en sa Rena Bianca. Al sur, en dirección de San Teodoro, están las playas de arena de color amarillo-ocre del Lido del Sole, Le Saline, Bunthe, Li Cuncheddi y Punta Corallina. Al mar y a la arqueología puedes añadir las exquisiteces para el paladar: no te pierdas los sabrosos mejillones de Olbia, acompañados por un buen vermentino.

Tortoli

Tortolì es la puerta de Ogliastra, un territorio multiforme y sorprendente: en los alrededores de la ciudad, que cuenta con once mil habitantes pero que en verano recibe la visita de miles de turistas, encontrarás playas que parecen tropicales, bosques y maquia mediterránea, fértiles llanuras y lagunas, suaves colinas cultivadas y una fenómeno natural único: una veta de pórfido rojo que corre paralela a la costa. Las rocas rojas, en italiano Rocce Rosse, son el ejemplo más espectacular. El monumento natural del vecindario de Arbatax sobresale de las aguas de color verde esmeralda ofreciendo un sugestivo contraste cromático que sirve de escenario al festival musical Rocce Rosse Blues. Cerca está el puerto, punto de llegada de los turistas y lugar de embarque para salir a descubrir las espléndidas calas de Ogliastra. El mar de Tortolì es encantador y su litoral es el que más veces de toda la isla ha sido premiado con Banderas Azules. Detrás de las Rocce Rosse destaca la cala Moresca, perla urbana con escollos graníticos y playa de arena dorada. Un poco más al sur se encuentran Porto Frailis con su mar azul de tonos cambiantes y el largo Lido di Orrì: dieciséis kilómetros de ensenadas y playas, entre las cuales destaca la espléndida cala Ginepro con su playa de arena fina, cantos rodados y un bosque de enebro, y San Gemiliano. Los escollos rojos afloran también en el paraíso de Cea, cuatro kilómetros de arena blanca y fina. La belleza del mar se completa con la belleza de numerosas zonas verdes: el parque urbano La Sughereta y el parque Batteria, en la cima de una colina, con vistas a todo el golfo.

La edad nurágica ha dejado aquí más de 200 monumentos cuyo mejor ejemplo es el sitio de sOrtali e su Monti: en sus siete hectáreas se pueden admirar una nuraga completa, una tumba de gigante, dos menhires, cabañas, una domus de Janas, una pared y restos de otra nuraga. Con la llegada de los fenicios (s. VII a. d C.) y los cartaginenses surgió Sulci Tirrenica, puerto estratégico para los navegantes antiguos. Restos púnicos se hallan en la laguna de Tortolì mientras que de la época romana se han hallado restos de naves en el fondo del golfo. De herencia española son las torres de vigilia, como la torre de San Miguel. Entre los monumentos de la ciudad, destaca el museo de arte contemporáneo al aire libre Su Logu de sIscultura y la antigua catedral de San Andrés, construida a finales del s. XVIII en estilo clásico sobre una iglesia más antigua, de la que quedan dos capillas en una de las cuales se halló el simulacro de santa Isabel de Hungría. En su interior hay un espléndido altar de mármoles policromos. La fiesta de Tortoli más sentida es la de Stella Maris, que se celebra a finales de julio en la iglesia de Arbatax con una procesión en el mar.

En los restaurantes podrás saborear los culurgiones, ravioles de pasta en forma de espiga, sopas, cochinillo, cordero asado y oveja hervida. Todo acompañado por un vaso de cannonau, que no puede faltar en tu experiencia en Ogliastra.

Sur

Carloforte

U pàize es un enclave ligur en Cerdeña: conserva el idioma y la cultura de sus fundadores, las familias de pescadores originarias de Pegli, un barrio de Génova, que llegaron procedentes de la isla tunecina de Tabarka, donde se habían instalado en el s. XVI. En 1738, el rey Carlos Manuel III dio permiso a los tabarquinos para que colonizaran la isla de San Pietro. En aquella época, la isla estaba deshabitada, sin embargo, antiguamente había sido colonizada primero por los fenicios (s. VIII a. C.), luego, por los cartagineses, que construyeron el templo y la necrópolis, y finalmente por los romanos, que la llamaron isla de los gavilanes. Cuarenta años después, esos mismos pescadores, también fundaron Calasetta en la isla de SantAntioco que se halla delante.

Incluido en el selecto club de los lugares más bonitos de Italia, Carloforte, que todavía está muy vinculado a Pegli y Génova, es el único pueblo de la isla y cuenta con seis mil habitantes. Encanta a sus visitantes con sus calles y callejuelas empinadas, con su puerto y con las antiguas fortificaciones defensivas de las cuales quedan torres de vigilancia y tramos de murallas con fortines, incluida la Puerta del León. En cuanto a sus monumentos, cabe señalar u Palassiu de principios del s. XX, hoy Cine-teatro Giuseppe Cavallera, y la iglesia de la Virgen del Náufrago, que alberga una estatua de madera venerada por los tabarquinos, símbolo de la fe y la unión solidaria de la comunidad. También está muy arraigada la devoción a San Pedro, protector de los coraleros y los almadraberos, festejado solemnemente el 29 de junio. En el paseo marítimo, vale la pena hacerse un selfi junto al monumento a Carlos Manuel III, grupo marmóreo de tres estatuas (1786) con el soberano que da nombre al pueblo en el centro. La iglesia parroquial, dedicada a san Carlos Borromeo, también merece una visita. En el barrio de Spalmadureddu está la Torre de San Vittorio, puesto defensivo avanzado, construido con bloques de traquita. En 1898 se convirtió en un observatorio astronómico y desde 2016 alberga el Museo Multimedia del Mar, dedicado a la historia de Carloforte. Como es fácil de imaginar, el mar es parte esencial de esta isla cuya costa está jalonada de abruptos acantilados y plácidas caletas. Al norte se encuentra la romántica cala Vinagra, al noroeste la ría que termina en la encantadora cala Fico, al oeste el promontorio de cabo Sandalo, dominado por un faro del s. XIX, que es el más occidental de Italia, y al sur la espectacular playa de La Bobba, los acantilados de la Conca que caen a pico sobre el mar y Le Colonne, dos farallones que emergen del agua, símbolo de Carloforte.

Por si todo ello fuera poco, la cocina carlofortina tampoco defrauda a nadie. Entre mayo y junio se celebra una manifestación gastronómica internacional cuyo programa cuenta con un concurso de cocina, degustación de platos preparados en directo y numerosas actividades paralelas: se trata del Girotonno cuyo protagonista es el atún y las numerosas maneras de prepararlo. Igualmente famosa es la Feria del Cuscús Tabarquino, que se celebra cada 25 de abril. Y de la cocina al cine con Crêuza de mä, un festival dedicado al cine y la música.

Alghero

Quinta ciudad sarda por número de habitantes (44.000), con su aeropuerto de Fertilia, Alguer es una de las puertas de la isla así como una de las ciudades más apreciadas por los visitantes que quedan absolutamente fascinados por los bastiones del puerto, que les brindan la oportunidad de realizar emocionantes paseos, los tejados rojos que tocan el cielo y la espléndida ensenada natural con su mar de color esmeralda. Su litoral se extiende a lo largo de noventa kilómetros y, debido a la presencia de una extensa colonia de coral de calidad muy apreciada, se llama la Riviera del Corallo, en alguerés, la Costera del Coral. La playa más famosa es Le Bombarde: con sus aguas transparentes y el fondo límpido de arena, es la meta ideal para familias con niños, jóvenes y aficionados al surf. A tan solo un kilómetro de distancia, está el Lazzaretto, un grupo de diez calas de arena blanca y fina. Un poco más lejos, en la bahía de Porto Conte, la relajante playa de Mugoni con su arena dorada que penetra en las aguas tranquillas de un mar siempre calmado y cristalino, resguardado de los vientos. En plena ciudad, destacan la espléndida playa del Lido di San Giovanni y, a poca distancia del centro, la playa de Maria Pia con sus dunas cubiertas de enebro. Gran parte de la costa forma parte del área marina de Capo Caccia - Isola Piana, que esconde una infinidad de tesoros, como la gruta de Neptuno, accesible por tierra mediante la Escala del Cabirol y por mar mediante barcas que salen del puerto deportivo.

El parque de Porto Conte te conquistará con sus extensiones de maquia mediterránea, sus ricas zonas boscosas y la laguna del Calich. Las domus de Janas de santu Perdu, la necrópolis de Anghelu Ruju y los complejos arqueológicos de Palmavera y santImbenia son testimonio de las raíces prehistóricas de Alguer, desde el Neolítico. El centro histórico es la parte más fascinante de la ciudad. Un laberinto de callejuelas que desembocan en plazas llenas de vida. Paredes amarillas y casas antiguas evocan los orígenes catalanes del pueblo. Al igual que los edificios religiosos: la catedral de Santa María (s. XVI), la iglesia del Carmelo (segunda mitad del s. XVII) con su gran retablo dorado, la de San Miguel, con su característica cúpula de mayólica de colores, y la de Santa Ana (1735), en estilo tardorrenacentista. A propósito de cultura, visita la Casa Manno, un museo y centro de investigación con una rica colección de cuadros, muebles, libros y manuscritos. Alguer es famosa por el coral que, en el arte manufacturero local, se combina con el oro creando joyas de gran belleza y valor artístico. No te pierdas el Museo del Coral, donde descubrirás su historia y las formas que pueden presentar estos animales. El acontecimiento alguerés de 2017 será la gran salida de la centésima edición del Giro de Italia. Sugestivo es el Cap dAny de lAlguer, la celebración del Año Nuevo con numerosos espectáculos que animan el centro. Sin embargo, el momento más sentido del año es Semana Santa con sus hermosos ritos religiosos de origen español.

 

Budoni

Las colinas rodean la localidad, dotada de un hermoso pueblo de piedra. El centro histórico, rico en historia y locales públicos, es el corazón de la animada vida nocturna: discotecas, lugares de encuentro y restaurantes dan vida al ambiente durante todo el año, especialmente en verano..

Entre las maravillas de la zona destacan Li Cucutti, Baia Sant'Anna y Cala Budoni. La arena blanca y suave y la maquia mediterránea, que rodea entre sus brazos playas de extraordinaria belleza, capturan y embriagan la mirada. Cala Ottiolu, con sus aguas poco profundas y verdes, es una de las favoritas y se encuentra frente a Porto Ottiolu, puerto turístico de referencia y punto de partida para excursiones costeras.

Ferragosto Budonese es sin duda la fiesta más popular y esperada: plazas animadas con música y alegría unen a los visitantes en una única celebración imperdible, caracterizada por bailes en discotecas y locales de ensueño. De gran valor histórico son la torre de Su Entosu, nuraga-mirador ubicado sobre un pico de granito, el nuraga Conca e Bentu y la domus de janas L’Agliola.

Si el encanto de lo antiguo es lo suyo, los stazzo de San Pietro le harán viajar en el tiempo. Se trata de antiguas viviendas pastorales construidas con piedras milenarias, mortero y lodo que dan testimonio de la imagen del pueblo rural sardo en el siglo XIX. Aún hoy, el colorido encanto de las habitaciones y los patios cuentan viejas historias de vida.

Palau

Palau se encuentra en una de las zonas más protegidas del viento del norte. Se conoce por su costa tallada, única en el mundo, con aguas azules y cristalinas.

La vida gira en torno al turismo y el puerto. Este conecta el archipiélago de La Maddalena.

En el centro hay mucha vida nocturna. La ciudad se llena de vida con animados locales, luces y los actividad que llena las noches de verano.

Porto Rafael tiene ese aire elitista y encantador de isla, con sus villas y un pequeño puerto deportivo enmarcado por un paisaje de olivos, mirto y lavanda. Cerca de allí se eleva el Cabo d'Orso, con una conocida colina de granito que mediante la acción erosiva del tiempo ha labrado una gran piedra en forma de peluche.

Es un lugar para disfrutar de las maravillas del mar: las playas de Punta Sardegna, la belleza salvaje, y la Cala Trana, lugares exóticos que olvidarás. Enamórate de Porto Faro con su ambiente de lo más nórdico.

Si quieres dar un toque cultura e historia a tu estancia, visita las tumbas de los gigantes de Li Mizzani y las de Sajacciu, cerca de la iglesia de San Giorgio.

Entre las fiestas regionales, destaca la de Santa Maria delle Grazie, la primera semana de septiembre, y la fiesta de San Jorge, que se celebra el 1 de mayo.

En el pueblo de Palau cada año se celebra un conocido carnaval con carrozas y grupos de personas que llevan máscaras y desfilan por la ciudad. Una razón más para hacer de Palau tu destino ideal, incluso en invierno.

Sur

Pula

Si te gusta el mar todo el año, en verano para zambullirte y broncearte y en invierno para impregnarte de su atmósfera poética, Pula es tu destino ideal. A tan solo 35 km de Cagliari, este pueblo de más de siete mil habitantes te espera con sus numerosos tesoros naturales, arqueológicos y culturales, sin igual en la isla. Si prefieres diversión, Pula no te defraudará: en verano sus plazas se llenan de vida con sus bares donde tomar un aperitivo o disfrutar de alguno de los muchos espectáculos que se celebran. Y si lo tuyo es el deporte, en Pula puedes practicar todo tipo de actividades: senderismo, footing...

Sean cuales sean tus aficiones, no puedes perderte una visita al parque arqueológico de Nora, no muy lejos del centro de la ciudad. Ubicado en el cabo de Pula, se trata de uno de los sitios arqueológicos más famosos de Cerdeña: las ruinas de una antigua ciudad, probablemente la primera fundada por los fenicios en el s. VIII a. de C, que posteriormente pasó a ser cartaginesa, hasta convertirse, bajo el dominio romano, en un importante centro, sobre todo cuando se le concedió el título de Municipium Civium Romanorum en el s. I d. de C. En los dos siglos siguientes vivió su época de máximo esplendor, como prueba el hecho de que fue el punto de partida (caput viae) de todas las vías romanas de la isla. Visitando este sitio arqueológico, viajarás por tres mil años de historia: admirarás un tofet fenicio-cartaginés, restos de templos cartagineses y romanos, villas nobiliarias, termas con mosaicos y un teatro, que en la Edad Imperial tenía más de mil plazas y que hoy alberga el festival La Notte dei Poeti. En el Museo Giovanni Patroni de Pula y en el Museo Arqueológico de Cagliari se exponen los restos hallados durante las excavaciones.

Tras la visita arqueológica, puedes descansar en la playa de Nora con su arena dorada y sus aguas cristalinas, delimitada por el promontorio de la torre del Coltellazzo. Este lugar también es rico de historia y tradiciones. Aquí se alza la iglesia de San Efisio, justo en el lugar donde fue martirizado. Las fiestas en honor del santo, por el cual los habitantes de Pula sienten una gran devoción, se celebran todos los años el 3 de mayo.

Detrás de la bahía, la laguna de Nora, hábitat de raras especies de aves, te permitirá disfrutar de una magnífica puesta de sol, antes o después de cenar unos buenos espaguetis con marisco o un plato de higos con jamón.

Al norte del sitio arqueológico de Nora está la playa de su Guventeddu, ideal para practicar kitesurf y windsurf, incluso en los meses de invierno.

Hacia el suroeste se extiende la costa de Santa Margherita di Pula, famosa por sus calas de arena blanca, escollos de granito rosa y aguas cristalinas. Puedes tomar un baño en las calas de Marina, Bernardini y Ostia, en alguna de sus numerosas caletas o en las playas de Cala Verde y de los complejos hoteleros. Playas de ensueño con una larga pineda detrás, que se extiende hasta la bella Chia (Domus de Maria).

En el interior, la naturaleza se muestra en todo su esplendor en los bosques de encinas, maquia mediterránea y coníferas de Is Cannoneris y Pixinamanna. Si te gusta el senderismo, podrás explorarlos fácilmente siguiendo alguna de las muchas rutas señalizadas que los atraviesan y que no solo te permitirán descubrir numerosas plantas raras, sino también formaciones rocosas que el tiempo ha esculpido, cursos de agua y vestigios de civilizaciones prehistóricas. Y con un poco de suerte podrás ver algún que otro ciervo o gamo.

Santa Teresa Gallura

El mar es el protagonista indiscutible de Santa Teresa Gallura, un pueblo de cinco mil habitantes que, en verano, multiplica su población con la llegada de miles de turistas en busca de diversión en sus locales de moda, donde tomar un aperitivo y disfrutar de un concierto en directo. Víctor Manuel I de Saboya la fundó en 1808 rebautizando una localidad llamada Longosardo (o Longone), que gozaba de una posición única en el estrecho de Bonifacio, con el nombre de su esposa, María Teresa. El núcleo urbano se extiende siguiendo el perfil sinuoso de dos ensenadas. A oriente, Porto Longone, donde se encuentra el puerto deportivo; a occidente, la bahía de Rena Bianca con una extensa playa de arena muy fina y colores deslumbrantes, muy cerca de la plaza principal del pueblo. Sus límpidas aguas seducen con su infinidad de tonalidades, premiadas en más de una ocasión con la Bandera Azul. En lo alto se alza la sugestiva torre de Longosardo, hecha construir por Felipe II de España. Cerca del pueblo hay tantas playas de indescriptible belleza que podrás visitar al menos una o dos cada día: la amplia y bien equipada playa de La Marmorata, la pintoresca cala Sambuco, la sugestiva cala Balcaccia y la playa de Santa Reparata, que te sorprenderá con su mar límpido y sus arrecifes rocosos, perfectos para inmersiones. Siguiendo hacia el oeste, encontrarás el promontorio del cabo de Testa, la punta más septentrional de la isla. En el istmo que une la península-promontorio con la tierra firme cabe señalar dos hermosas playas: Rena di Ponente y Rena di Levante. Con cualquier condición de viento, gozarás de un mar tranquilo eligiendo la playa de uno u otro lado. Desde Rena di Levante se llega a la playa de Capicciolu, llamada familiarmente playa de zia Colomba, famosa por su gruesa arena dorada. Quizás aquí surgía la antigua Tibula con su puerto de donde partían naves cargadas de granito para decorar los palacios de la antigua Roma. En la parte occidental del cabo, destaca la espectacular zona llamada de Cala Grande - Valle de la Luna, símbolo de Santa Teresa, donde entre paredes de granito, modeladas por las fuerzas de la naturaleza, se esconde algunas pequeñas calas. En este escenario mágico se celebra el festival Musiche sulle Bocche, todavía más espectacular cuando la luz de la luna lo ilumina. En dirección de Palau encontrarás las piscinas graníticas de Valle dell'Erica, la larga playa de Porto Liscia-Sciumara, patria del surf, y la armoniosa paz de Conca Verde. En un romántico pinar a tres kilómetros del pueblo brilla la cúpula revestida de cobre de la iglesia de Nuestra Señora del Buen Camino, construida a principios del s. XX sobre los restos de un edificio medieval. No te pierdas la Batería Ferrero, restos de una fortificación de la Segunda Guerra Mundial con puestos de artillería, búnkeres, cuarteles y minas. Los complejos arqueológicos más interesantes son nurágicos: Lu Brandali y sa Testa.

San Teodoro

La Cinta, una larga y fina extensión de arena dorada acariciada por un mar azul cristalino, la cala Brandinchi con su litoral blanco y sus aguas que recuerdan las de un paraíso tropical, llamada, no por casualidad, Tahiti, la bahía de Lu Impostu, su continuación natural, la magnífica localidad de Puntaldìa con su moderno puerto deportivo y la playa casi caribeña de sIsuledda. Son las playas símbolo de San Teodoro, famoso centro turístico, especialmente frecuentado por los jóvenes por su movida veraniega, donde destacan también otras preciosas joyas: imposible no visitar cala Ginepro, bahía perfumada por la maquina mediterránea, la playa de Coda Cavallo, desde donde podrás contemplar con admiración la majestuosa isla de Tavolara que forma parte de un área marina protegida y, por último, pero no por ello menos bella, cala Ghjlgolu, que te sorprenderá con una roca modelada por el viento y el mar en forma de tortuga, una de los atractivos naturales más amados, sobre todo por los niños. Y luego están las menos famosas, pero igualmente hermosas: la bahía de Salinedda, la cala de Ambra, la cala Suaraccia y las playas de Li Corri di Li Becchi, Li Marini y Seghefusti. En el interior también hay maravillas naturales, como la laguna de San Teodoro, punto de parada de los flamencos rosas en los periodos migratorios y hábitat de la cigüeñuela común, lugar ideal para los amantes de los paseos y para los aficionados a observar los pájaros.

Santo Teodoro, conocido en Gallura como Santu Diàdoru, cuenta con apenas cinco mil habitantes durante el invierno, pero pasa a tener miles en verano, cuando los turistas llenan sus calles. El centro surgió en el s. XVII, tierra adentro, en las laderas orientales del monte Nieddu, cuando pastores y pescadores decidieron poblar esta hermosa tierra, aunque ya en la prehistoria estaba habitada. La nuraga del vecindario de Naracheddu es el testimonio más importante. En la época romana también había un centro habitado cuyos restos arqueológicos se exponen en el Museo del Mar.

Entre las fiestas que no puedes perderte, destacan las del patrón San Teodoro, cuya iglesia fue reconstruida a mitad del s. XX, y las de San Andrés, que se celebran en el barrio de Montipitrosu. Muy sugestivas son las hogueras de San Antonio Abad, fiesta llamada de Lu Fuculoni, durante la cual los vecinos se reúnen alrededor de las hogueras prendidas en honor del santo. San Teodoro también hará las delicias de los paladares más exigentes: en mayo se celebra la fiesta de Aglióla, en la que se pueden degustar numerosos platos típicos. La cocina te conquistará con la suppa cuata, hecha con pan, queso y caldo de buey. Si te gustan los dulces, déjate tentar por los cucciuléddi milàti, bollos de miel, frisjióli léti, buñuelos, y niuléddha, pastelillos de almendras y naranja rallada. Todo, por supuesto, acompañado con un buen Vermentino di Gallura.

Stintino

La auténtica maravilla de Stintino es su costa: una serie de playas de arena blanca y el verde del oasis. La playa de La Pelosa es poco profunda, de arena inmaculada, con una torre española y un mar azul brillante y tranquilo. Visita Cabo Falcone, de intensa belleza y barrancos salvajes donde el halcón peregrino cuida de sus crías. Un mirador a doscientos metros de altura ofrece una vista general de la Isla de Asinara, la Isla Piana y la costa.

La particularidad del lugar es su doble vista del paisaje marino: al oeste, el Mar de Afuera, el mar es oscuro y salvaje, sacudido por el viento. Al este, el Mar de Dentro, de agua clara y azul. La ciudad se construyó en 1885 en un pequeño fiordo, cuando el gobierno italiano decidió instalarse con un hospital militar y una colonia penal. De ahí el nombre S'isthintinu, o el intestino. Así nació la "Comunión de los 45", una cooperativa de pescadores que junto a sus familias creó un país floreciente.

Cerca del pueblo están las antiguas atuneras que hasta el siglo XX eran la principal fuente económica del país y hoy le dan la bienvenida con su encanto histórico unido al azul del mar. A unos 3 km del centro, el estanque Casaraccio, oculto entre las colinas y el mar, es el hogar de muchas especies de aves como el cormorán, la alondra, los charranes y las garcetas. La tradición culinaria de Stintino principalmente se basa en la pesca: erizos, moluscos, mejillones y almejas, son tesoros que se ofrecen en las estrechas calles y los callejones, además de las huevas de atún y el pulpo Stintino. Si quieres practicar o asistir a la regata de vela latina, ¡este es su paraíso!