El pueblo de Villanovafranca se encuentra en el corazón de un paisaje suave, marcado por las colinas verdes y fértiles de la Marmilla. Se desarrolló alrededor de la iglesia de San Lorenzo y posee orígenes antiguos, atestiguados por los numerosos yacimientos arqueológicos que salpican el territorio. Villanovafranca estuvo habitada en época nurágica, púnica y romana, y conoció un importante crecimiento durante la época de los Jueces, como lo demuestra un documento de 1219 que menciona el pueblo y, sobre todo, el castillo de Las Plassas. Tras la caída del Giudicato de Arborea, al que pertenecía Villanovafranca, el territorio pasó a la señoría de Las Plassas después de un breve período de dominio aragonés, convirtiéndose posteriormente en feudo de la familia Zapata, hasta alcanzar finalmente su autonomía en 1839.
El pueblo cuenta con numerosos miradores panorámicos sobre el campo, donde se encuentran, al pie de una colina con forma cónica, las ruinas del castillo de Las Plassas o de Marmilla, una fortaleza defensiva fundamental para el Giudicato de Arborea, situada en la frontera con el Giudicato de Cagliari. Al pie de la misma colina, la pequeña aldea de Las Plassas conserva las iglesias de Santa Maria Maddalena, del siglo XVII, y de Santa Maria, una ermita rural cuyos cimientos se remontan al siglo XV.
En la plaza Risorgimento se encuentra el Museo Municipal Arqueológico Su Mulinu, que conserva y expone piezas procedentes del yacimiento nurágico del mismo nombre. Este se alza sobre un relieve calcáreo que domina el territorio y constituye un interesante ejemplo de sitio megalítico desarrollado en distintas fases. El tercer domingo de mayo se celebra la festividad de San Isidro, patrón de los campesinos, con una procesión de tradición secular en la que desfilan máquinas agrícolas decoradas con flores y alfombras tradicionales.