Más allá de las Columnas de Hércules había una isla dorada sagrada para el dios del mar Poseidón. En el apogeo de su grandeza se perdió, golpeada por un violento cataclismo. El mito dice que fue la cuna de una poderosa y original civilización con miles de años de antigüedad, extraordinariamente evolucionada y depositaria de conocimientos y saberes transmitidos de generación en generación por sus habitantes, un pueblo de guerreros, navegantes y audaces arquitectos que construyeron grandiosas torres de piedra, nunca vistas en otro lugar. En la antigüedad, la isla se consideraba un paraíso terrenal: costa, mar, montañas idílicas y un hermoso paisaje marcado por curiosas piedras negras, blancas y rojas. Una tierra rica en vetas de plata y aguas de manantial, que subían a la superficie en fuentes veneradas como sagradas y formaban piscinas de agua caliente y vapor, una panacea de salud y belleza. La vida duraba más tiempo aquí, gracias también a la naturaleza generosa y al clima templado, veranos suaves e inviernos con mucho sol que permitían más cosechas a lo largo del año, esta era una isla feliz.
Es un juego para que los soñadores sigan las pistas dejadas por Platón para encontrar en Cerdeña rastros que llevan a la isla de Atlas.