Del Supramonte al mar
Paisajes tropicales vistos solo en películas, escenarios naturales de ensueño, típicos de postal o de portada de revista. No son una utopía. Existen y están increíblemente cerca: en Cerdeña, la isla más extraordinaria del Mediterráneo. Un lugar donde la naturaleza incontaminada y salvaje combina la fuerza y el esplendor del mar con la energía de las montañas escarpadas. Si deseas vivir plenamente esta naturaleza indómita, no puedes perderte el Supramonte ogliastrino, una zona montañosa de ensueño que se extiende desde las pendientes del monte Gennargentu hasta el mar. Aquí, podrás disfrutar de acantilados, calas y playas entre las más bonitas del mundo, sumergiéndote en maravillosas ensenadas y viviendo en comunión con la naturaleza, en una experiencia casi mística.
Slow food & slow life
La alta concentración de personas longevas, sobre todo en algunas zonas de Cerdeña, ha llamado la atención de la comunidad científica internacional. Los estudios de varios investigadores tienden a demostrar la relación entre el estilo de vida, la alimentación y la longevidad: la predisposición genética, junto a la peculiar combinación de factores ambientales, antropológicos y culturales que caracteriza Cerdeña, explicaría este ‘envejecimiento exitoso’. En la isla se vive mejor y más años con respecto a la media italiana y europea. No es casualidad que el territorio de Ogliastra sea una de las cinco zonas azules del mundo, es decir, zonas en las que el porcentaje de personas centenarias y nonagenarias con buena salud y activas es más elevado que en los territorios vecinos.
Costa Verde
La Costa Verde es un conjunto de grandes playas y arrecifes imponentes; altísimas dunas y desiertos de arena que se extienden a lo largo de más de un quilómetro y descienden hasta el mar, donde por la mañana es fácil ver el ciervo sardo. Al fondo, un paisaje verde de vegetación mediterránea creado por la fuerza del viento que dobla antiguos enebros hasta el suelo. Con el encanto de este lugar junto a su sencilla hospitalidad, quien elige la Costa Verde lo sabe y no llega aquí de casualidad. No le gusta la animación organizada, los complejos al lado del mar o las playas atestadas, sino un ambiente espontáneo y familiar en pequeños agroturismos y albergues familiares donde se disfruta de un trato familiar y auténtico propio de la Cerdeña.
En primavera, la Costa Verde también es un paraíso para los surfistas que aquí encuentran las mejores olas para surfear. En verano, la bonanza de esta época crea una atmósfera sugerente, largas jornadas en el mar y puestas de sol de película, de las mejores del Mediterráneo. Esta Costa es una zona aislada y sin contaminación, donde la tortuga Caretta Caretta deposita sus huevos en las playas de Piscinas y Scivu, el corazón de la Costa Verde.
Pero la Costa no solo es mar, silencio y naturaleza, sino el vivo testimonio del enorme esfuerzo de los mineros a través de los monumentos de la arqueología industrial.
De las minas al mar; a Porto Flavia llegaban los barcos que transportaban el carbón de las minas de Buggerru, Montevecchio e Ingurtosu. Hoy son minas y pueblos abandonados, palacios y túneles de los que solo quedan sus ruinas, contando historias de hombres y trabajo duro, a dos pasos del mar.
Gennargentu
En el centro de la isla hay un macizo montañoso, recubierto de bosques seculares, reino del águila real y del muflón, triunfo de la naturaleza en un territorio salvaje e incontaminado: el Gennargentu. En primavera, sus prados se colorean de sa rosa ‘e monte, la peonía, que en la Antigüedad era la única flor que se abría en el Olimpo. En primavera, cuando florece el tomillo, el aire se inunda con su profundo olor. Recorriendo sus numerosos senderos podrás descubrir unos paisajes extraordinarios: sube a punta La Marmora que, con sus 1834 m, es la montaña más alta de Cerdeña. El Gennargentu es pura magia en invierno, cuando la nieve cubre los tejados y el paisaje parece quedarse inmóvil. En Fonni encontrarás los remontes para subir a los montes Bruncu Spina y Spada.
Si deseas conocer a fondo Cerdeña, explora sus pueblos, joyas incrustadas en la montaña, rodeados por los bosques más antiguos de la isla, sumérgete en sus tradiciones, prueba su cocina, déjate invitar por los lugareños. Vivirás una experiencia inolvidable. Los productos de la montaña tienen sabores únicos: por ejemplo, en Desulo, las castañas, los jamones y la famosa carapigna, un granizado que antiguamente se preparaba con la nieve de las montañas; en Tonara, el delicioso turrón de avellanas, almendras, nueces y miel local. La antigua cultura de estos lugares se manifiesta en sus tradiciones. Todavía verás mujeres con los vistosos trajes tradicionales y jóvenes con joyas maravillosas, como el anillo de boda sardo, que se hereda de generación en generación. Los jóvenes se desafían combatiendo en s’istrumpa, la versión sarda de la antigua lucha greco-romana, que ha hecho famoso el pueblo de Ollolai. Otras veces el desafío no es físico, sino intelectual, con las rimas improvisadas de la poesía sarda, acompañadas por el coro del cantu a tenore. Son muchas las poesías que expresan el alma del Gennargentu: dos de los mayores poetas sardos son Antioco Giuseppe Casula, conocido como Montanaru, nacido en Desulo, y Peppino Mereu, originario de Tonara, que escribió muchas poesías que después se han convertido en canciones, como Nanneddu Meu, su Testamentu y Galusè, tributo a la esencia misma de estos lugares: la pureza de las aguas.
Golfo Aranci
El Golfo Aranci debe su nombre a un error de interpretación de los mapas militares piamonteses que, hacia mitad del siglo pasado, estableció los primeros mapas geográficos de la isla. “Gulfu de li Ranci” que significa Golfo de los cangrejos, se convirtió en el Golfo de los Naranjos, cítricos que nunca se habían cultivado en esta tierra.
Antiguo puerto romano, este pequeño pueblo tomó relevancia desde los años 60, como importante punto marítimo. El centro habitado, inmerso entre la belleza paisajística de Gallura, está en un tramo de costa en el que los pequeños tramos de arena se alternan con altos acantilados que caen hacia el mar, una lengua de tierra que termina en Cabo Figari, hábitat natural de extrañas especies animales y vegetales. El monte ofrece una vista increíble de la maravillosa cala del Golfo de Olbia y la vecina isla de Figarolo.
Descubrir el Golfo Aranci y su territorio próximo, un auténtico museo natural al aire libre, es una experiencia inolvidable. Hay muchos caminos que llevan hasta el faro, donde en 1928 Guglielmo Marconi inauguró el puente que domina sobre las maravillosas ensenadas de Cala Moresca, Cala Sabina, un solitario arenal accesible a pie a lo largo de la vía del tren, y Punta Marana, hacia el Golfo de Marinella, localidad repleta de rocas de mil y una formas creadas por el viento, inmersas en un increíble espejo que forma el mar.
Desde el puerto de Golfo Aranci salen muchas excursiones por el mar para conocer estas increíbles ensenadas. Punta Filasca, Cala Greca y Cala del Sonno son lugares realmente increíbles, sobre todo para los amantes de las inmersiones. Regalan emociones de gran profundidad, fondos marinos que guardan tesoros arqueológicos, un extraño coral negro y un increíble mundo submarino repleto de estatuas de traquita. Meros, sargos y langostas y muchas otras especies se esconden tras los corales de colores y pequeñas grutas sumergidas, una de las experiencias más fascinantes, para no perderse.
Uno de los lugares más destacados del Golfo Aranci es la “Pared del Mamuthone”, una roca que cae hacia el mar y de fácil ascensión. Recibe ese nombre porque recuerda la máscara de Mamoiada.
Golfo de Oristano
Los Fenicios convirtieron este lugar en su centro comercial y levantaron la increíble ciudad de Tharros; los monumentos prehistóricos son los testimonios más importantes de su cultura, misteriosos pozos sacros, imponentes monumentos prehistóricos y los increíbles Gigantes de Monte’ y Prama.
Pero el Golfo también es un mar limpio y seguro, protegido de las corrientes y los fuertes vientos, un entorno de absoluta relajación y en un ambiente hospitalario, natural y familiar, lejos del ritmo de las típicas localidades de mar, un lugar donde se nada, se pesca y se practican deportes. Un lugar ideal para unas vacaciones en bicicleta: con poco tráfico y un terreno plano, además de innumerables rutas por playas, estanques, salinas y lagunas.
Cerca de la zona húmeda de importancia internacional y protegida por la convención RAMSAR están las playas tranquilas y poco frecuentadas de Santa Giusta; desde el pequeño pueblo y siguiendo el estanque se llega a las amplias y solitarias playas de poca profundidad rodeadas de pequeñas dunas donde crece el lirio blanco salvaje.
La playa de Torregrande es de las más frecuentadas, pero nunca se llena porque es muy larga: por la noche, los bares y chiringuitos de la costa son un lugar perfecto para conciertos, fiestas y encuentros, o simplemente para disfrutar de la brisa marina con los amigos.
Mucho silencio y paz en las playas de Arborea, de las más bonitas del Golfo: agua trasparente y arena blanca y un pinar que regala su olor y su frescura en las horas de más calor del verano. Una zona ideal para quien quiera montar a caballo, la gran pasión de la gente del lugar, y donde los amantes del turismo ecuestre encuentran las mejores instalaciones y servicios; se recorre a caballo el tramo desde las playas a las lagunas donde nidifican pájaros, algunos muy extraños, y es fácil ver el vuelo flamenco rosa.
El caballo es el padrón en las fiestas tradicionales: el mes de julio en Sedilo, los atrevidos jinetes se lanzan en el descenso hacia el Santuario de San Costantino; en el Carnaval de Oristano, durante la Sartiglia se celebran emocionantes torneos ecuestres en los que hombres, mujeres y niños realizan figuras acrobáticas y luchan por apuntar a la estrella corriendo. La fiesta conserva los ritos de la Edad Media, una cita que atrae a miles de turistas y habitantes que aclaman a los caballeros vestidos con elegantes trajes tradicionales sardos y a la española, montando caballos adornados con lazos y cintas de colores que se enfrentan en un combate en parejas .
Nuoro
Nuoro es conocida como la Atenas sarda debido a su importante actividad cultural que empieza ya en el s. XIX. Artistas y escritores como Salvatore Satta, Sebastiano Satta, Francesco Ciusa y Grazia Deledda la hicieron famosa en toda Europa. Pasear por su casco antiguo es una experiencia agradable y relajante: te sumergirás en el pasado recorriendo sus callejuelas empedradas y admirando sus antiguas casas de piedra, patios, soportales y plazoletas que se abren inesperadamente. Entre los barrios históricos destaca el de Séuna, habitado en el pasado por campesinos y artesanos, y el de santu Pedru, que albergaba pastores y terratenientes. Aquí se encuentra el Museo Deleddiano, casa natal de Grazia Deledda, Premio Nobel de Literatura, que conserva intacta la memoria de una escritora que abrió los confines de Cerdeña al mundo y cuyos restos mortales reposan en la pequeña iglesia de la Soledad a los pies del Ortobene, el monte de los nuoreses, “el alma muerta” según Deledda: un patrimonio natural que no puedes perderte. Corso Garibaldi, antiguamente llamado via Majore, es desde siempre el corazón de la vida social de la ciudad con numerosas tiendas y cafés históricos. Haz una parada y tómate algo en la terraza de sus bares o explora las callejuelas cercanas y descubre alguno de los restaurantes más típicos de la ciudad. A pocos pasos se alza la antigua iglesia de Nuestra Señora de las Gracias y la majestuosa catedral de Santa María de las Nieves. Muy cerca hay un bellísimo punto panorámico desde el que se accede al TRIBU Spazio per le Arti-Museo Ciusa, que expone las fascinantes esculturas de Francesco Ciusa, primer premio de la Bienal de Venecia (1907). A poca distancia está el MAN (Museo de Arte de la Provincia de Nuoro), que alberga exposiciones temporales internacionales y permanentes de artistas sardos del s. XX. No te pierdas el Museo de la Vida y de las Tradiciones Populares Sardas, que presenta todos los aspectos de la cultura tradicional, tanto material como inmaterial, con trajes, joyas, máscaras, tejidos, herramientas de trabajo y referencias al canto tradicional, la devoción y las fiestas. Para poder ver los trajes tradicionales en directo, no te pierdas la fiesta del Redentor, el último domingo de agosto, con el desfile de grupos folclóricos procedentes de toda Cerdeña. Durante la celebración, los fieles van de romería desde la ciudad hasta el monte Ortobene, donde a aproximadamente mil metros de altitud se levanta la estatua del Cristo Redentor. El monte se extiende por 1600 hectáreas y ha sido habitado desde la prehistoria, como testimonian algunas domus de Janas. Cuenta con numerosos parques, como el de Sedda Ortai. Altas rocas graníticas de formas únicas se alzan solemnes alternándose con valles creando un hábitat único para mamíferos y rapaces raras.
Barbagia
La Barbagia es el corazón de Cerdeña. Un enorme territorio que se extiende por las vertientes del Gennargentu, macizo montañoso en el centro de la isla, y los relieves más bajos a su alrededor. El nombre Barbaria está relacionado con el hecho de que aquí se refugiaron los sardos que resistieron a las conquistas de los cartagineses y los romanos. En realidad, existen varias Barbagie ya que el área se compone de diferentes regiones históricas: las Barbagie de Belvì, de Bitti (la más septentrional), de Nuoro, de Ollolai y de Seulo (la más meridional), más el territorio del Mandrolisai, al oeste del Gennargentu. Sin duda alguna, te conquistará la magia de los cascos antiguos de estos pueblecitos con sus casas de granito, callejuelas, coortes (patios) y pérgolas cubiertas de parras, como, por ejemplo, en Gavoi, patria del famoso queso de vaca fiore sardo. En Orgosolo los murales pintados en las paredes de sus calles te explicarán la vida, la cultura y las luchas políticas. La Barbagia es famosa por el vino cannonau: Mamoiada, Oliena y Dorgali son centros de producción famosos a nivel internacional.
Si te gustan las actividades al aire libre, visita el Supramonte, donde el color blanco de las rocas, el verde de la vegetación y el azul del cielo ofrecen un sugestivo contraste de colores. En Oliena encontrarás la fuente de su Gologone, el valle de Lanaittu, donde se descubrieron los restos humanos más antiguos de la isla, y el poblado de Tiscali, donde, según narra la leyenda, los últimos sardos se refugiaron para huir de los conquistadores. Desde Orgosolo puedes visitar el bosque de Montes y disfrutar de unas espléndidas vistas desde la cima del monte Novu santu Juvanne. Puedes llegar hasta el sugestivo Nuraghe Mereu, hecho de piedra calcárea blanca, y el impresionante cañón Gorropu, con paredes de 450 metros de altura, reino del águila real.
Para hacerte una idea completa de la cultura de la Barbagua, visita el Museo de la Vida y de las Tradiciones Populares Sardas de Nuoro. Para satisfacer tu curiosidad, no te pierdas los trajes de carnaval cuyos orígenes se remontan a los ritos de fertilidad paganos. Con pieles de oveja, cencerros y máscaras que representan rostros deformes o de animales, se simboliza la contraposición entre el bien y el mal, la muerte y la vida, el vencedor y el vencido. Los trajes más famosos son los Mamuthones de Mamoiada, los Thurpos de Orotelli y los Merdules de Ottana. No te pierdas tampoco el Museo de las Máscaras del Mediterráneo de Mamoiada. Otra tradición de Barbagia es el canto coral llamado cantu a tenore, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sus orígenes se pierden en el tiempo: los pastores solían reunirse y cantar cuando estaban lejos de casa en los meses de invierno. Si no los puedes oír en directo, no te preocupes: visita el Museo Multimedia del Canto a Tenores de Bitti.
Sinis
Sinis es un paraíso de la naturaleza en el que abundan los testimonios culturales. Aquí, un habitante arando en el terreno de Monte’e Prama descubrió los Gigantes: decenas y decenas de increíbles colosos de piedra de 3.000 años de antigüedad que hoy pueden verse en el museo de Cabras.
En el pequeño Sinis se concentran ecosistemas naturales que aún hoy se mantienen perfectamente intactos y hacen de este lugar un territorio único; se alternan los paisajes de agua marina y lagunas, dunas de arena y playas únicas como la de Is Aruttas; la arena brilla por sus granos formados de cuarzo transparente y con notas azules que reflejan el cielo y el mar. Sinis se muestra así, con playas amplias y silenciosas, junto a un cordón de dunas que las separa de salinas y estanques. El mayor cordón es el de Cabras rodeado de otros más pequeños. En estas lagunas los colores cambian del blanco de las playas al verde, violeta y rojo de las algas: el silencio se combina con los cormoranes, garzas reales, halcones, martines pescadores y flamencos rosas que aquí viven y se reproducen en grandes cantidades, una fiesta para los amantes de los pájaros y los que busquen montar a caballo entre lenguas de arena que separan el agua de los estanques.
Pequeños pueblos y aldeas aportan un carácter especial a Sinis; ante las playas hay un pueblo surrealista con casitas bajas al estilo del antiguo oeste con calles sin asfaltar que se animan durante las fiestas locales; alrededor de la iglesia de San Salvatore se celebran nueve días de bailes populares, asados de cerdo, la pasta muggini y fregola sarda hecha a mano con harina de sémola y cocinada a fuego lento con las pechinas locales. No olvidar la exquisita cecina de huevo de pechinas pescadas en Cabras y elaborado con las mismas técnicas de los Fenicios. Pero el símbolo de la fiesta es la carrera de los descalzos que evoca el rito de la carrera descalza con un simulacro del Santo que había que proteger de los invasores sarracenos para llevarlo del pueblecito de San Salvatore a Cabras.
El pueblo de San Giovanni de Sinis con sus antiguas casas de madera y junco que los locales habitaban en verano está en el extremo de la península. Entre estas humildes casas se encuentra la iglesia más antigua de Cerdeña; por el encanto que la rodea, la pequeña iglesia de San Giovanni parece rodeada de un aura de misterio, como en la ciudad púnica de Tharros, a pocos metros de aquí. Un consejo, no dejes de ver la puesta de sol.
Chia
El antiguo pueblo de Chia, importante centro fenicio y más tarde romano con el nombre de Bithia, estaba situado en una pequeña ensenada donde hoy se eleva una de las varias Torres costeras del siglo XVII construidas por la Corona de España para combatir las incursiones de los corsarios bárbaros. Entre las ruinas que fueron descubiertas tras una marejada están los restos de un tophet punico y la antigua calle que conectaba con la importante ciudad de Nora. Hoy es destino de apasionados del trekking y la mountain bike, que pueden recorrer la ruta que flanquea el antiguo camino disfrutando de zonas de costa realmente fascinantes.
Desde la torre que domina el litoral se accede a una larga lengua de arena con pequeñas ensenadas y una abundante vegetación, junto al mar verde esmeralda, un auténtico espectáculo de la naturaleza que sin duda queda grabado en el corazón de todo aquel que lo visita.
A lo largo de la costa hacia el oeste se llegan a las playas de Sa Tuerra, Porto Campana, Spiaggia de su Sali y Su Giudeu, la más bonita de todas. También llamada spiaggia de s'Abba Durci (playa de agua dulce), es una extensión de arena cálida rodeada por altas dunas cubiertas de antiguos enebros que con sus formas crean un paisaje especialmente sugerente.
Tras este tramo de litoral se encuentra el estanque de Spartivento, un maravilloso oasis natural, hábitat de muchas especies animales. Ante la playa de Su Giudeu, a muy poca distancia de la orilla, hay una pequeña isla a la que puede llegarse fácilmente por la poca profundidad que la separa de tierra firme. Gracias a su especial belleza, esta playa se ha elegido como escenario natural para rodar películas y anuncios de televisión.
En la zona más occidental de este tramo de costa está la playa de Cala Cipolla. Solo puede llegarse a ella a pie y se extiende a lo largo de una pequeña ensenada recogida y protegida por un conjunto rocoso que la separa del litoral más amplio. Desde Cala Cipolla, a través de un camino panorámico, se llega hasta el Faro de Capo Spartivento, desde cuya cima se puede ver toda la costa meridional del Sulcis.
Gracias a su poca profundidad, todas las playas del litoral de Chia son visitadas por familias con hijos y apasionados de la pesca subacuática y las inmersiones. Recibe el viento de mistral, por lo que Chia es un spot perfecto de surfistas que se exhiben con acrobacias espectaculares. Estas playas cuentan con muchos servicios turísticos, tienen acceso adaptado a discapacitados y amplia zona de aparcamiento.