Entra en esta imagen y mira, con unos ojos nuevos, la isla cercana a casa: observarás sus playas desiertas, poco «frecuentadas», donde la mirada se pierde hacia la línea del mar, hacia horizontes lejanos y deshabitados, donde respirarás a pleno pulmón el aire empapado en yodo, que huele a sal y elicriso, el aroma de Cerdeña. Descubre estos paraísos de puntillas para no perturbar el equilibrio de lugares puros y primordiales. Sentirás cómo su extraordinaria energía natural viene a tu encuentro, una gran mano tendida que recarga mente y cuerpo para empezar a vivir plenamente, dejando atrás la oscuridad de los últimos meses.
Su pura belleza encanta, pero lo que conmueve profundamente y nunca olvidarás es la armonía entre todos los elementos que perciben los sentidos cuando caminas por la orilla, nadas o tomas el sol. Es un paraíso sin límites que comienza en la maravilla del área protegida que preserva las cinco playas de Bidderosa y llega hasta Berchìda.
Naturaleza primordial y encanto sensual. Es difícil describirlo con palabras e incluso, a menudo, las imágenes no le hacen justicia: hay que ir a la Costa Verde para darse cuenta. Y será como viajar al pasado. Desde San Nicolò hasta Pistis, sus extensas playas han mantenido intacto no solo el sistema medioambiental, sino también el espíritu y el ambiente que las rodea, prerrogativa de los lugares especiales.
¡Así es en Marina di Tertenia! Aquí tienes que acostumbrarte a lo imprescindible... No faltan los servicios en la playa, pero la sensación de lejanía del mundo se ve reforzada por los espacios infinitos y las montañas rojizas de su alrededor, que aíslan este paraíso de todo. Incluso el cierzo se siente menos en estas partes. En los doce kilómetros del puerto deportivo destacan Foxi Manna y Foxi Murdegu, dos ‘perlas’ separadas por un acantilado custodiado por una torre española.
Si le das la espalda a la larga playa y miras hacia la tierra, verás un encantador pueblo en las rocas. En la cima de la colina, su castillo medieval; luego, el valle verde, el caudaloso río donde se puede pescar y navegar en canoa y, a lo lejos, el bosque. Puede que te preguntes a qué lugar del mundo has llegado, pero basta con que te gires hacia el mar y lo reconocerás de inmediato, estás en Cerdeña.
Se extienden frente a la pequeña isla de Malu Entu, vete en bicicleta o a caballo y las encontrarán una tras otra, preciosas y delicadas. En el centro está la playa de Is Arutas, la más conocida, sus granos de cuarzo son los más grandes. A un lado, Mari Ermi, con su estanque de flamencos rosados y Maimoni con las últimas dunas de arena de cuarzo. Más que playas, son frágiles joyas regaladas por la fuerza del mar.